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islasdepiedra

Una noche con Billy Wilder

Una noche con Billy Wilder Tengo miedo.
Estoy encerrado en la nada.
Puedo sentir su respiración al otro lado de la puerta.
Realmente no esperaba que fuera a acabar así.
Yo sólo quería un poquito de azúcar.

Miércoles noche. La oscuridad ha caído sobre la ciudad aunque todavía mil luces se resisten al cansancio de un duro día de trabajo. Hoy me he quedado en casa. No quise ir a la cena de la oficina, que les jodan. Soy un buen tío, de verdad, simplemente que no encuentro ninguna satisfacción en aguantar al energúmeno de mi jefe contando batallitas. Todavía soy humano:

– Velasco, chaval -realmente le odio- te he contado cómo me lo pasé con la parienta el fin de semana pasado en una cata de quesos en Albacete.

Por fin, tranquilidad. Hoy día no es fácil encontrarla. La banda sonora de bocinas y bovinos acaba por atocinar todos mis sentidos. Pero esta noche es mía. Ya suena Sabina en el reproductor. “¿Cómo te has dejado llevar a un callejón sin salida? ¿El mejor dotado de los conductores suicidas?” Bailo. Me estoy divirtiendo haciendo el payaso frente al espejo. Agarro a una mujer ideal y la meto un apretón. Pero sólo es bruma, es nada, quizá he apretado demasiado fuerte y de nuevo bailo, solo. Hoy me voy a dar un homenaje. Sesión Billy Wilder y sus mujeres. Marilyn, para cenar con ella y con sus faldas a lo loco. Shirley MacLaine para llegar a la medianoche vestidos de dulce y verde. Y, por último, encontrar la madrugada en la sonrisa de Audrey Hepburn disfraza de Sabrina para mí. Soy feliz. La cena en el horno y cerveza fría. Amén.
Mierda. No tengo azúcar. Era el último paquete y no queda más en la despensa. Soy un desastre. El azúcar es necesario para el pastel de guayaba con receta de mamá. Tendré que subir a pedírselo a la señora Candelaria. No me hace ninguna gracia. La señora Candelaria me odia. Estoy seguro. No me gusta como me mira. Estas cosas se notan. En realidad, yo no soy una persona “educada”. No molesto, pero no me gusta que me molesten. No saludo y no espero que me saluden. Vivo. Me tendré que comer mi orgullo. Sonrisa de cartón y punto. Será solo un momento. Todo sea por Billy. Hace frío en la escalera. Dos pisos. La bombilla se ha vuelto a fundir. Llamo a tientas y oigo los pasos acercarse. Se abre la puerta y un brazo se abalanza sobre mí antes de que pueda discernir algo.

- El joven Velasco. Agradable visita.

La cara pintada y el pelo recogido. Un vestido de una pieza verde chillón. Las lentejuelas me ciegan y la luz rojiza da ambiente de burdel. Esta señora está como una auténtica cabra. El brazo me lleva por un estrecho pasillo interminable. Puertas azules con bordes marrones a la derecha. Puertas verdes con semicírculos negros a la izquierda. Estoy volviéndome loco. Me acabo de sentar y me ha servido un café. Creo. Un espejo cubre toda la pared. Me veo reflejado. No sé si sigo siendo yo. Fotos viejas por el suelo. En el techo un gran reloj con 100 minutos. Eternos. Intento explicarme. Pido azúcar con sonrisa entrecortada.

- Por fin has venido a por mí. Llevo esperando muchos años. ¿No te acuerdas ya de este vestido? Tus cartas dejaron de llegar. Ya ni siquiera me quedaban tus palabras. ¿Te sirvo otro café cariño?

Estoy perdiendo el juicio. No soy yo. No es real. Esta mujer se ha vuelto loca. Miro al espejo y me veo. Mi imagen se desvanece. No soy real. ¿Qué me esta pasando? Joder.
Me ha puesto un mano en la frente y me ha besado. He sentido sus labios y me han dolido. Algo me ha atravesado el estómago. Corre por dentro de mí. No me puedo mover. Ahora me canta al oído. No aguanto su voz. ¿Qué coño me pasa? La he mirado a los ojos y he visto una serpiente. Me he visto en sus ojos. Era un anciano. Mi pelo se caía y mi voz se nublaba en un grito seco. He conseguido levantarme. Se ha caído junto a mí y una risa fúnebre ha salido de sus entrañas. No sé hacia donde corro. Abro puertas y cierro otras. Azules y verdes. Me pierdo en círculos negros y al portazo número trece el reloj sumó su melodía.

Tengo miedo.
Estoy encerrado en la nada.
Puedo sentir su respiración al otro lado de la puerta.
Realmente no esperaba que fuera a acabar así.
Yo sólo quería un poquito de azúcar

Luz. Mis ojos se quitan con violencia un manto de legañas. En la televisión Bogart le pone caritas a una Sabrina que seduce con la mirada. Mi sudor es frio. Aparece una sonrisa en mi cara. Billy tendría un buen argumento para una película.

4 comentarios

Bob Dylan con corbata -

Surrealista, querido filologo. Acabo de aficionarme a tu blog con este cuenteo. Por ahora, desde la mina, es lo que puedo decir... ;)

Anónimo -

Airun -

Dscubrí hace uns días tu blog y estoy de acuerdo cn "tita", este relato es cm s suele dcir: corto pero intenso, cn un ritmo trepidante. A ver si escribes más cuentecillos cm este, eh.... Un beso rubio!!! ;)

tita -

Es tarde (o temprano, según lo miremos), pero a pesar del cansancio y del sueño diría que aún soy capaz de pensar con claridad y leer entendiendo lo que dice, así que ahí va mi palabra del día: GENIAL.