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islasdepiedra

Alter Egus RIP.

Alter Egus  RIP.

No se porqué sigo aquí aguantándote. Nunca has hecho nada por mí, y esta noche estoy demasiado cansado para recoger tu  mierda.

La mano te vuelve a sudar, ¿te has vuelto a quedar sin agallas? Eres un gallina. Lo eras de niño y lo sigues siendo ahora.

¿Te vas a volver a mear en los pantalones?

Hoy el traje te aprieta más que otras noches. Hoy no es tan fácil matar a una puta.

Apunta valiente, nadie la va a echar de menos. Una mas que desaparece, es algo que pasa todos los días.

Además es tu trabajo. Podías haber elegido otra cosa pero elegiste tener una 45 en la mano y apuntar a una nuca llorosa.

Fóllatela y dispara.

Noto como tu pulso se excita, poco a poco. Se revoluciona y acaba siendo un motor que te revuelve las entrañas.

Dispara.

¿Necesitas otro Whisky perdedor?

Fóllatela.

Dime que la oyes llorar. ¿No te pone cachondo? ¿No te la pone dura?

Eres un enfermo.

Dispara.

No puedes, ¿eres hombre? Pedazo de mierda sin agallas.

Siempre hemos estado juntos, y ahora, ahora ya no me escuchas.

Si te viera tu padre. Si levantara la cabeza y viera en que clase de maricón sin pelotas te has convertido. Volvería a darte las hostias que te dio, volvería a dejarte el cinturón marcado en la espalda.

Se un Hombre y fóllatela.

Dispara.

¿Te crees que me das miedo apuntándome?

Te crees que esa 45 con la que he matado desde que tenía quince años me da miedo.

Imbecil, dispara si tienes pelotas.

Cállame. Ten las pelotas de matar al único que te ha apoyado desde que te escapaste.

Ten los cojones de hacerme callar.

No eres hombre ni para eso.

No eres Hombre.

No eres. No.

…………………………

Acabé con él. Ahora sólo escribo yo. Ella llora a mis pies. Huye pequeña. Huye de estas líneas a las que nunca debías haber accedido. Huye. Ahora es la sangre la que llora en mis zapatos. Y tú, miserable que vomita mi sangre en esa esquina, duerme. Duerme y que sea en la oscuridad donde encuentres la amnesia del renegado. La amnesia. Ya no recuerdo porque me muero. Ya no lo recuerdo.

A ustedes señores míos....

A ustedes señores míos....

Libre como el viento
te quiero libre como el viento
como la fe del hombre
y como el campo abierto.

A ustedes señores míos
nuestros dignos mandatarios
quiero aclararles un punto
que es necesario aclararlo.

Ustedes fueron guerreros
azules, rojos o blancos,
ustedes se asesinaron
como lobos sanguinarios.

A ustedes señores míos
se os llenaron las manos
de sangre de oscuros gritos
que fue inundando los campos.

A ustedes señores míos
los más altos, los mas sabios,
los que sembraron de muerte
los valles tristes del llanto
a ustedes señores mios
os toca reconciliaros.

Nosotros estamos unidos
otras razas y otros cantos
nosotros vamos unidos
nosotros no no matamos,
nosotros somos el luego
y ustedes son del pasado

 Os recomiendo esta canción de Lole y Manuel. Brutal.

"NOSOTROS SOMOS EL LUEGO

Y USTEDES SON EL PASADO"

Teatro Lunático os desea Feliz Navidad

 

Feliz Navidad a todos

El 2006 será  lo que cada uno quiera que sea

y ahí está su magia

 

 

324

324

Permíteme que sea yo quien te lo diga. Lo que tienes ahora mismo ante tus ojos es una mera ilusión. La secuencia de letras no viene implícita en los espacios en blanco, y las palabras cobran el sentido que cada uno quiera otorgarlas. Somos casimíticos, ensoñadores y paraloculistoides desenfrenados. Nos gusta que nos miren, y por eso mismo estoy en el punto más alto de la Torre Eiffel, a 324 metros de mi yo curioso. Y todo empezó cuando aquel maldito croissant me manchó de chocolate la chaqueta incorrupta. Desde aquí arriba se ve todo con otra perspectiva; el vaso medio lleno siempre de ron, no existe el abandono solo incompatibilidad de caracteres, antes era feo y ahora soy ateo sinvergüenza, antes era médico y ahora soy un suicida acojonado, desde aquí arriba todo se ve desde otra perspectiva. Mi  padre decía que antes de tomar una decisión, como es el caso, había que hacer dos listas, unas con los beneficios de la acción y otra con los inconvenientes, mi padre era una pesado y por eso se murió. Algunos dicen que es la depresión prenavideña, o la depresión de los taitantos, o la depresión futbolística, o la depresión depresiva en general, no tengo ni idea. Y  ya estoy en el aire, 320. Hace frío en Francia, me tenía que haber traído una bufandita. Estaba rico el croissant de esta mañana, pero que pena que lo de esta chaqueta, además en un día importante como hoy. Ya me imagino a los policías cuchicheando sobre la mancha de chocolote, echándome en cara que los suicidas de ahora no son como los de antes, que ahora ya no se suicidan con estilo, con charme. 280. Pero me va a dar igual. Espero que por lo menos me pongan una lápida bonita, con un bonito epitafio, algo así como: “A él, que tanto hizo”, así cortito, directo y abierto a la imaginación. Ya me lo imagino, la envidia del camposanto, aunque no estoy seguro si a los suicidas nos entierran en los cementerios, para el caso me da igual a estas alturas, exactamente a 200 metros. Que sorpresa, un grupo de turistas japoneses, sacarme fotos, me gusta sentirme parte de su viaje. Señora, cójame este perfil que es el bueno, dentro de lo que cabe. Para ser sincero seguro que no cabe, yo no consideró problema tener la cabeza grande, aunque es cierto que ahora si que echo en falta un gorrito, ah y la maldita bufanda, joder que frío hace en Francia. 150. Para que lo sepáis, yo soy juanetólogo, o sea que estudio el ser y la profundidad terapéutica del juanete en nuestra sociedad, tema que creo apasionante y del que podría pasarme horas hablando, cosa que no voy a hacer por cuestión de metros. 100. Debo ser un espectáculo, estéticamente hablando. Majestuosa caída, salto con clase, el glamour de la relatividad, orgulloso suicida. Aunque ahora que lo pienso suicidarse es una tontería, 75, que vergüenza el morirse ahora con toda la gente mirando, 50, ya no me suicido, 25, ¡cogermeeee! Menos mal que mi yo curioso ha estado atento, al tercer bote no has estado mal, gracias por los aplausos. Tan sencillo como esto, vamos a tomarnos un croissant. Te recuerdo que son solo palabras que han cobrado un sentido de los miles que se podían divisar desde la punta de la Torre Eiffel, exactamente a 324 metros de la nada.

Los lunáticos preparan algo....

Los lunáticos preparan algo....

Fábulas y Leyendas de un hombre de humanidad: Capítulo 2

Fábulas y Leyendas de un hombre de humanidad: Capítulo 2

 

Llevo una bala cubana alojada en mi culo desde 1937.  Es una buena forma de empezar una historia, no te parece. No estaba seguro de que hoy aparecieras, me alegra verte. En el momento exacto si dolió no te voy a mentir, pero luego cicatrizó y la bala pasó a ser parte de mi nalga. Es un recuerdo de un viaje, un recuerdo que, literalmente, llevo dentro. En verano del 1936 entré a formar parte de la tripulación de un carguero con bandera chipriota llamado el “Esperanza”,  capitaneado por un holandés al que nunca llegue a ver. Estuve dos años a bordo de ese cascarón y navegué desde Barcelona a Guayaquil, perdiéndome por Lisboa, amando adolescentes en Palermo, y emborrachándome como un loco en una taberna de Puerto Cabello. La misma gente con caras distintas y los mismos bares con diferentes vasos. Me jugué el sueldo que no tenía y me rompí varias veces la cara por lo único que me quedaba, el honor. Recuerdo aquellos días con nostalgia, es cierto que no tenía nada, pero tampoco lo necesitaba, trabajaba para vivir y vivía para viajar, que al fin y al cabo era lo que realmente deseaba.
En Septiembre de 1937 el Esperanza tiró el ancla en frente de la Habana, y una barca de marineros se deslizó hacía la orilla cuando todos en el barco dormían. No era la primera vez que nos escapábamos a beber así que todo estaba bien calculado. Fue al quinto o sexto mojito cuando me quedé solo y me deslicé por aquellas calles en las que el ritmo se apagaba poco a poco. El único son que quedaba era, el que intermitentemente, remitía mi corazón borracho. La Habana vieja estaba dormida y yo era un intruso en ese sueño. De repente escuché las primeras notas de aquel Bolero de Juan Arvizu en que “me siento tan sólo, tan lejos de ti, dueña de mi alma no me hagas sufrir”. Levanté mi mirada y ella estaba esperándome sin el camisón. En un momento inexplicable subí a su balcón y la besé, el bolero continuó y las palabras no fueron necesarias. Aquella diosa negra sabía muy dulce y, goloso, probé cada rincón de su cuerpo. Sus pechos acariciaban mis manos y sus susurros me hundieron en lo más profundo de su colcha. Me perdí en su jugo y dibuje espirales por debajo de su vientre, una y otra vez, como si la noche fuese a terminar al abrir los ojos.  De repente una puerta se abrió a mi espalda y el disparo sonó cuando ya sabía que me habían herido. Salté por la ventana y me desvanecí por aquellas calles que despertaban, dejando atrás a mi diosa y a un probable marido celoso con una pistola humeante en la mano. Que rápido se olvidan los sueños cuando tu nalga parece todo menos una nalga, y que juguetón se vuelve el tiempo cuando permite que te cuente esta historia tantos años después. Ahora mi bala, mi nalga  y yo nos vamos a cenar. Mañana nos vemos pimpollo. “Me siento tan sólo, tan lejos de ti, dueña de mi alma no me hagas sufrir”.

Fábulas y leyendas de un hombre de Humanidad: Capítulo 1

Fábulas y leyendas de un hombre de Humanidad: Capítulo 1

Aquella mañana se puso el sombrero italiano y se ajustó el cinturón. La ciudad sonaba lejana aunque apenas recortaba dos escalones hasta el portal.  Don Pablo sonrió, se enfundó la gabardina y calzó su bastón. Todo preparado para el paseo por el parque de los Jesuitas, su pequeña odisea con un pícaro  envite a la vida.
Supongo que haría algo así. Quizá soy yo quien le obliga a repetirse mañana tras mañana en mi hoja vacía, como un ritual para mi propia consciencia, o para calmar esa lógica que a veces me pesa demasiado. Quizá porque no tengo ni idea, realmente, qué hacía por las mañanas y prefiero imaginarlo así, vistiéndose de dandy y partiendo hacía nuestro banco, banco en el que horas después dos enamorados se mentirían amor eterno, sin olvidar que todas las mentiras esconden su secreta verdad.
El día que conocí a Don Pablo hacía soledad. La tarde había entrado en una madurez calurosa y la chaqueta había abandonado mis hombros huyendo hacia zonas más tropicales. Mi cuerpo empapado de inercia, seguía a la sombra que proyectaba una mota de polvo de un lado a otro del paseo, dejando atrás segundos que de acuerdo con mi mente debían de pasar absolutamente en blanco. Me senté porque el banco parecía disimular bien su suciedad y eso le otorgaba cierto carácter, tan simple como eso. Dejé que un par de segundos merecieran la pena y los ojos cerrados permitieron que fuese un orgasmo de calma, ni siquiera tuve que fingir. Entre mis rodillas dormitaba mi cartera, en ella, se jugaban el ascenso a la luz una “Antología  poética” de aquella generación que no fue, “El último encuentro” del suicida húngaro Márai, un “Quijote” de literatura para masas que venía con el pan y Las fábulas y leyendas del mar de Cunqueiro. Fue éste último quien en una jugada memorable consiguió alcanzar mi mano alzándose así con la victoria moral, que al fin y al cabo es la que más vale.
Dice Cunqueiro sobre el mar de China que es rojizo hasta donde se pierde el horizonte, y que está dividido en siete pisos, cada uno habitado por una criatura fantástica. Por ejemplo, en el cuarto piso está el pez por antonomasia, sin duda alguna.
Su susurro se resbaló por encima de mi espalda:                                                        

 

- No es cierto eso, el pez por antonomasia es en verdad el pez por antonimia pero no se han puesto de acuerdo con él porque siempre se centra en llevar la contraria. Ya sabes como son algunos peces de tozudos. Y luego está el tema del idioma, que en Vigo no  pasa porque los peces hablan también castellano, pero es que en China, a ver quién les entiende. ¿Me puedo sentar con usted?

 

Apareció. Ahora pienso que quizá salió de un libro que no leí o quizá de todos los que esperaban ser leídos y perdieron su oportunidad. Se quitó la gabardina y se sentó junto a mí con la antigüedad de quien ha comprendido al tiempo.

Colgando vidas

Colgando vidas

Yo no tuve la culpa. Fueron los diarios los que sacaron la noticia y embravucaron a la gente, incluso el mar se volvió violento quedando Poseidón en entredicho. En el muelle una pareja se besaba aplaudida por un par de caracolas salidas, en tanto, dos señoras rellenas de pavo real, llenaban sus bolsos con ladrillos, por si acaso el mar se seguía poniendo, mar al fin y al cabo. La charada huía de la espuma por encima de los tejados y las pelotas fueron requisadas por un guardia que tenía cara de salmón. A eso de las 6 de la tarde el gobierno prohibió el uso de la s y de la r, porque son letras que incitan a la revolución. Un intelectual nada revolucionario, que no se sabía atar la corbata, se rió de todos, y luego lloró, porque no tenía a nadie con quien reír, ni siquiera sus libros le habían esperado. Un jovencito de provincias buscaba una barca para cruzar el charco, Aqueronte le prestó la suya a cambio de un buen cocido y un café con hielo. La señora preparó el café y terminó de hacerse las uñas, que según el portero medían tres kilómetros y treinta dos centímetros, mientras oculto en una bolsa, un bandido la esperaba para amarla un sólo segundo, él no quiso cobrarla nada por sus servicios. En ese momento una paloma declaró su amor a una vieja viuda y la prensa del corazón dudo de sus intenciones. En la noche de bodas el botones recibió una buena propina y le compró a su novia pelirroja un trocito de la torre Eiffel, lo más romántico que habían hecho nunca por ella. La paloma y el botones perdieron la virginidad la misma noche. La cena se quedaba fría y el solitario no esperaba a nadie más, no sentía a nadie pues nadie existía para él, mientras se comía la cena fría se cansó de esperar a nadie. La maleta que venía de Trivoli se puso una pegatina de Barcelona y se fue de putas en las Ramblas, no recuerda cómo la portuguesa le abrió el cuero, pero nunca le habían abierto el cuero igual. Cerró la puerta y le dejó descansar, le cobró un trocito de juventud en una finca bonaerense, donde todavía la afición de Boca le echaba de menos. En el mismo portal una joven homicida dormía como sólo se duerme en Disney, convirtiéndose en pura heroína para huir de sí misma. Ya le dije al comisario que yo no tuve la culpa, fueron los diarios los que sacaron la noticia. El tranvía subía al Tibidabo y el tiempo jugaba a colgar una vida de otra en mis rodillas. Se hacía tarde.

10 motivos

10 motivos

1. Ni siquiera yo mismo se cuando miento.
2. La verdad es que no se decir la verdad, aunque la verdad tampoco quiere existir.
3. De verdad que te quiero, de verdad que te esperaré, de verdad que ni me acuerdo como te llamas.
4. Decía el maestro que dos verdades son una gran mentira y una gran mentira es una mentira extraordinaria.
5. Te amo, je t’aime, I love you, como me decías que te llamabas?
6. Eres el amor de mi vida de hoy y prometo que a partir de ahora voy cambiar.
7. Ya sabes que yo no miento, me mienten mis palabras con la erótica de la fricativa.
8. Te quiero y siempre te querré. Tu nombre era…?
9. Miento para aceptar como soy.
10. Soy una gran mentira. Perdona olvidé tu nombre.

Catalina y yo

Catalina y yo

Me empezaron a sudar las manos mientras esperaba a Catalina en el sofá. Nunca había tenido que pasar por algo así y recordé el día de mi boda, realmente un pensamiento de lo más absurdo que no tenía nada que ver con lo que en ese momento importaba, pero como ya veréis en ocasiones puedo llegar a ser bastante anormal, en el buen sentido de la palabra. Recordé como iba vestida Cata y como se tuvo que cambiar el traje cuando el niño del primo Manuel la vomitó encima, todo por la endemasía gastrica de calamares en situación ilegal que se había metido entre pecho y espalda el croqueto del muchacho. La fiesta duró hasta que Cata quiso y su madre nos dejó, y en la noche de bodas le dolía la cabeza, puedo afirmar que soy el único hombre de Cantalejo y alrededores que no ha hecho uso del matrimonio en su noche de bodas, y mira lo que te digo, con ganas me quedé, porque debe tener un regustín especial, además esas cosas a uno le marcan para luego y ya no afrontas el resto de tu vida de la misma manera, pero bueno eso es otra historia. La verdad es que allí estaba yo, esperando a Cata en el sofá, y porque no decirlo, muerto de miedo.
No quiero que penséis que Cata es un monstruo, en todo caso una monstrua, por ser coherentes con la gramática y con el tema del género, que hoy día es un tema peliagudo que no termino yo de comprender, que toda la vida yo me he bañado en el mar de Cantalejo, pero ahora la señora farmacéutica dice que ya no es el mar, que ahora es la mar, que suena más poético, pero que al fin y al cabo sigue siendo lo que hay cuando se acaba la playa, aunque no estoy muy seguro porque, como dice la Cata, yo soy un poco becerro.
Pues eso que la Cata salió a comprar la pesca y allí estaba yo sentado en el sofá mirando la puerta. Aquella situación me recordó a una película que vi en el cine Bámbola, la historia de un detective un poquillo desgarvao, que esperaba a la muerte en el sofá de su piso mientras se fumaba los cigarros que le había robado al jardinero que se acostaba con el marido de su amante. A la Cata no le gustó la película porque no tenía amor, pero la cata no tiene mucha idea de cine porque nunca ha salido de Cantalejo. Ese día me esposó a la cama y se emvolvió en una gabardina vieja. No os cuento lo que me hizo con la cubertería nueva, la que había pedido a la teletienda cuando se enganchó a la telecompra, que todavía me tiemblan las piernas cuando pienso en la espumadera, pero como me decía la culpa había sido mía por haberla llevado a ver una película de detectives y acción, con lo influenciable que se vuelve cuando tiene la regla.
La Cata tuvo mucha suerte conmigo y aunque ella lo niegue fue ella la que se me arrimaba y me decía cochinadas, que en parte eso fue lo que más me gustó de ella, que a mí lo de la mente sucia no se me da nada mal. Yo era un magnífico bailarín, el señor del cha cha cha, de lo mejorcito de los quintos de mi generación. Era en las fiestas cuando de verdad nos acercábamos, nos gustaban los bailes arrejuntaos, donde nos sentíamos bien lo que había que sentir. De todas formas a la Cata había que vigilarla, porque en cuanto me despistaba ya tenía al del garaje encima la muy arpía, y ella que se dejaba para darme celos, y yo embrutecido como una cebolla montaba en colera, que se que la gustaba verme así, que siempre fue muy mala la Cata para estas cosas. Y allí estaba yo años después maldiciendo el día que bailé con la Cata y esperando que regresara a casa para decirle aquello, ya se la podía haber llevado el del garaje, que menudo peso de encima me iba a quitar yo, o de abajo según esté de humor la Cata. Pero asín es la vida, unas veces se gana y otras muchas se pierde. Y fue ahí cuando se abrió la puerta y mi voz sonó rota desde el fondo del sofá:
- Cata, querida, se me han olvidado los tomates.

Luz

Luz

A Luz le gustaba que Miguel soplara entre los escondites de su oreja. El hormigueo que crecía desde la barriga despertaba al coral que dormitaba por debajo del ombligo. El alba entraba en el cuarto, poco a poco, temerosa de romper un momento que pretendía ser eterno. Una mirada se perdía sobre la cordillera de papel, donde una pluma se resbalaba desde el cuello hasta la vertical. Miguel besó cada centímetro de aquella espalda, amando las imperfecciones que aquella madrugada la hacían tan perfecta. El sueño les llegó cuando no eran más que uno, y así, enmarañados, se perdieron en la tierra de arena.

Una parte de Marino se dejó morir cuando el teléfono le envenenó. Las palabras habían perdido significado y la sangre se volvió punzante. Era una llamada desde el hospital provincial, el ford scort a su nombre había sufrido un accidente en la nacional cuatro, las dos mujeres que iban en el vehículo estaban ingresadas de gravedad. Sus dos mujeres.

María y Marino se conocieron en una manifestación en la Avenida de los Cipreses. Marino la vio con una falda blanca que volaba sobre sus rodillas, y, como un Don Juan en prácticas, se mesó la barba antes de hablarla. María pensó que aquel grandullón tenía gracia, y en la primera cena supo que él era el hombre de su vida.

Miguel despertó a Luz con un suave beso y un desayuno. Sólo una paloma supo que mientras Miguel se duchaba Luz lloraba por primera vez desde el accidente. En esta ocasión era de alegría.

Marino corrió dejando atrás su aliento triste, rezando a un dios que tenía olvidado, perdiéndose, confuso, en pasillos de bata y gelocatil. Un doctor con cara de vaquero le cogió del brazo y susurró lo que las palabras no tienen valor de decir. Aquel grandullón lloró en el hombro de John Wayne. María voló. Pero antes de partir salvó a su pequeña, una de esas cosas que hacen las madres asombrando a la naturaleza, aunque no pudo evitar que las piernas de la niña se adormilasen para siempre.

Abrió los ojos por primera vez una tarde de julio y aquel brillo lleno de futuro se acurrucó en el pecho de María. Marino se vistió de Serrat y, volando, una canción le trajo a Lucía, su Luz. María besó a su esposo y la pequeña agarró la gran barba buscando el calor que sólo un padre puede dar. Aquella tarde el sol brillaba con fe de padrino.

Luz cogió con fuerza la mano de Miguel buscando su calor. El médico sonrió y le confirmó el embarazo. Se miraron y un beso de verdad cayó de los labios de Miguel. Luz llamó a su padre y Marino puso una vela en el viento pensando en María. Miguel bailó con Luz en los pasillos que habían estado de luto y aparcó la silla. A Luz le cayó un rayo de luna por la mejilla, era feliz.

La esperanza recogió su abrigo y le guiñó un ojo a la muerte.
- Lo siento querida pero hoy he tenido una buena mano.

El Papa contra el maligno Harry Potter

El Papa contra el maligno Harry Potter

Lo que me faltaba por ver.
¿ Es Harry Potter un arma del maligno?
Yo creo que es más probable que el amigo Benedicto XVI se haya pasao con el incienso.
se debería ocupar por solucionar problemas mucho más importantes ( pobreza, pederastia dentro de la iglesia, etc.)y dejarse de historias.

"El Papa Benedicto XVI cree que los libros de Harry Potter seducen a los jóvenes lectores de manera subliminal y "distorsionan la cristiandad en el alma" antes de que ésta pueda desarrollarse" ( El Mundo)

La fragilidad de la mariposa

Si sigues el pequeño camino que se olvida Peñalba entre zarzas, jaras y brezos, siguiendo en secreto el arroyo de Cañamar, aparece ante los ojos, inquieta, la cascada de Jaramilla. Se levanta sobre la imagen que la charca le guarda, ajena ya a lo que reflejó años atrás, cuando mi voz era el timbre de una flauta y las arrugas no corrían por mi cara. El agua mantiene el mismo sonido que entonces y la luz sigue entrando con timidez a darse un baño junta a la hojarasca ya caída. Nadie se quiere acordar hoy de este lugar. Un pequeño paraíso que sigue estando maldito para muchos, aún cuando el polvo del tiempo ha cubierto el recuerdo de aquella pesadilla.
Miro y creo ver su silueta, siempre saliendo como un suspiro de esa oscuridad que para todos nosotros era luz. Pero mejor no adelantemos acontecimientos. Como él nos decía la historia comienza así… “Había una vez…”.

Capítulo 1

Había una vez un país llamado España que por cuestiones bíblicas y políticas se vio enfrascado en la guerra de Caín y Abel, la peor de las guerras. Pero todo eso lo supe luego. Mi padre, Augusto Molina, cultivaba las tierras que, su padre, Julio Molina, había heredado a su vez de su padre, Cayo Marco Molina, que ya había cultivado allá por el siglo de las luces, César Molina, gran patriarca de la familia. Lo primero que tengo que decir es que mi familia es una familia de tradiciones, y que estuvo ligada al pueblo de Peñalba hasta que el hambre nos mandó a Alemania en la década de los 50, para volver años mas tarde con el dinero justo para emigrar de nuevo, esta vez a la gran ciudad de Madrid.
Los Molina, a parte de cultivar la tierra, se dedicaron durante siglos a la venta y compra ambulante de libros y manuscritos, con los que se sacaban unas gallinas extra en ferias de aquí y allá. Libros de aventuras, censos de iglesia, listas de comercio, alguna biblia en latín, y sobre todo libros de historia. Y fue un bisabuelo de mi abuelo quien de tanto leer, quedó totalmente fascinado por el imperio Romano, e instauró la costumbre familiar de bautizar a los varones con nombres de los grandes Césares del imperio, costumbre que provocó que se nos conociese por la zona como los “emperadores”. De ahí que mi nombre sea Rómulo Máximo Molina, nombre propio de artista de cine, y, conocido en Peñalba y alrededores como “Romax, el emperador”.
Mi infancia quedó truncada por la llegada de la guerra civil a Peñalba, pero antes de que su sombra se pasease por las calles recuerdo una de las etapas más felices de mi vida. Una etapa de libertad y fantasía, donde la verdad se mezclaba con el mito y donde cada personaje se reflejaba con una luz especial. Recuerdo los barullos de verano en el jardín, aquellas noches de agosto en las que escondido tras una cortina, escuchaba la voz de una guitarra peregrina y la canción viva de unos hombres que buscaban su lugar en aquel presente.
Sentado en una mecedora, balanceándose entre el sueño y el humo de un habano, mi padre. Su piel oscura y su poblada barba le daban un aire inquietante que se desvanecía cuando su sonrisa aparecía en aquella mata de pelo rizado. Era un hombre bondadoso hasta extremos inimaginables, y no supo decir que no cuando el Doctor Bermúdez le propuso para teniente alcalde de Peñalba, cargo que ocupó hasta su detención en aquella triste primavera. Fue uno de los primeros en caer frente al fusil de un guardia civil en la trasera de la iglesia.
Desde que mi mente tiene consciencia recuerdo junto a mi padre a Filipo, su hermano menor. Si Augusto era tormenta Filipo era soplo, no eran el uno sin el otro, un alma en dos personas, un alma que empezó a morir el día que mi padre nos dejó. La voz de Filipo era inolvidable, cuando cantaba todos callaban, cuando hablaba todos escuchaban y cuando reía todos se sentían enamorados. Nunca fue hombre de campo por lo que rápidamente se decantó por el negocio familiar de los libros. Filipo se sentaba horas y horas debajo de cualquier árbol y se sentía volar entre vocales y consonantes.
“Fili” desapareció con todos los demás, cuando detuvieron a mi padre y al doctor en las puertas del ayuntamiento. Los jóvenes que no escaparon fueron conducidos hacia camiones negros para no volver a ver sus casas, mientras que en la trasera de la iglesia dejaron colgados dos irreconocibles cadáveres como aviso a quienes habían tomado camino del monte. Todavía veo sombras de aquellos días, sombras que años después paseaban orgullosas ante mi mirada, ajenas a una masacre de la que la luna fue testigo mudo.

No suelo escribir cosas perosonales, pero esta vez es algo especial. Solo queria decir que esta ha sido uno de los mejores años de mi vida. GRacias a todos por estar ahi, a los qu habeis sido mi gran familia. Sabeis que en Salamanca teneis un amigo. HAsta siempre y seguid volando.
Goodbye Durham

Insomnio

Insomnio

No puedo dormir. Llevo dos días con los ojos abiertos. Mi mirada se esta desgastando. Yo me estoy dejando desgastar. No se si han pasado dos días. Mierda, tengo demasiado tiempo para pensar. Leo en mi mano. No leo futuro. Mi cabeza se apoya en cualquier pared, cualquier techo o en el suelo. Que era eso raro que me diste de comer. Siempre haces lo mismo, primero me miras, luego te giras e imitas mis movimientos. Me ridiculizas ante los invitados. No me digas lo contrario que vas acabar odiándome. Ya te odio. Estoy tumbado mirando al techo como hace horas. Quiero descansar, lo necesito.

Mi pequeño gran héroe

Mi pequeño gran héroe

Nunca fui un niño miedoso pero siempre necesité tener encendida la luz del pasillo, seguramente pura y mera formalidad de infancia. Me gustaba taparme con la manta hasta los ojos y sentir como mi cuerpo se dormía segundo tras segundo. De fondo el ronroneo de la vieja ciudad, la respiración que se apagaba poco a poco, las luces encendidas de amantes impacientes y un suave cosquilleo desde el cuello hasta la espalda. Y antes de que me diera cuenta la noche me había atrapado, los ojos abiertos volvían a delinear los perfiles de mi cuarto pero esta vez arropados por una sombra certera. Podía estar así esperando durante eternos minutos, hasta que escuchaba sus pasos y me hacia el dormido. Él se sentaba al borde de mi cama. Le recuerdo perfectamente con ese jersey viejo de lana marrón y un pijama a rayas del que nunca se desprendía. El poco pelo despeinado y el bigote siempre recortado, un toque de galán que se le permite al sabio despistado. Entonces era cuando yo cerraba los ojos y sus palabras comenzaban a retumbar por toda la casa. El capitán trueno salía de debajo de la almohada para llegar al mar de los Sargazos donde un grupo de vikingos adoradores de un extraño dios tenían secuestrada a la mismísima reina de Thule, Sigrid. Yo me imaginaba a un capitán trueno como él, pues él era el héroe de mis aventuras y yo un espectador que ya se había quedado dormido. Me lo imagino dándome un beso en la frente y saliendo suavemente sin hacer ruido para no despertarme, envainándose la espada en el cinto del pijama y partiendo en la búsqueda de su Sigrid. Y yo dormido profundamente soñando con ser como mi pequeño gran héroe.

Homenaje a la S de MAS

Minicabreo

Minicabreo

Jodidamente inexplicable. Me siento cabreado. El actor se enfrentaba a su gran noche y cuando Segismundo descubre la realidad de la cárcel, la voz se queda sin pilas. Al día siguiente titular de becario y carrera arruinada. Cabreado. Me imagino la cara que debió poner el pintor de la Alcarria cuando el señorcito de la capital le dijo que su acuarela era una basura. Váyase usted a la mierda. Siempre es lo mismo. Y en ese momento cuando necesito historias se me queda dormida la mano. Un día me la corto, la mano digo, porque estoy harto de que siempre me haga de las suyas. Y eso que esta mañana me había levantado con ganas de cambiar el mundo. Por lo menos siempre me quedará Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes. C’est la vie

El Cerezo : Homenaje a Rulfo y a su Luvina en Do mayor

El Cerezo : Homenaje a Rulfo y a su Luvina en Do mayor

Decían de la gente de allí arriba que éramos ambiguos. Oscuros como sombras de las penas, o ruidosos y claros como el arroyo de la vega del valle. Aunque siendo sincero, querido amigo, éramos tan particulares que nunca he visto igual en ninguno de mis viajes. Siéntese conmigo y dígale al muchacho que nos traiga dos vasos del vino de la casa. Tiene trabajo allí? Hace mucho tiempo que nadie recorre ese camino, las zarzas y las malas hierbas se lo habrán comido. Mi abuelo me contó, y le estoy hablando de hace muchos años amigo, que aquel camino parecía en las mañanas de agosto una ría de personas, que El Cerezo era punto de encuentro para unos y otros. Los de un lado y los de otro cambiaban sus ovejas por cereales, y cereales por vasijas que regalaban en días de la virgen a las matronas y a las pastoras. Y usted me dice que lo manda el ayuntamiento de?. Pues mire usted que me parece extraño que a estas alturas alguien se interese por El Cerezo. Nadie se interesó cuando la gente se empezó a marchar. Sí, es cierto que yo me marché, pero no fui de los primeros, aguanté hasta que la Bernarda me obligó, y qué disgusto caballero, pues mis muertos allí están y ¿quién limpia ahora sus tumbas? Pero bueno, tomemos otro vaso. ¿Y usted entonces es maestro? Yo no se leer, firmo así con una cruz como me enseño la Bernarda, ella sí que sabía escribir, y aprendió de un libro que le dió el señor cura, como le cuento, y aprendió por las noches, y yo me la llevé, sí señor. Si sigue el camino justo a la entrada del pueblo encontrará usted una gran cruz de piedra que lleva ahí dicen algunos, desde que se construyó el pueblo. Todavía recuerdo yo de niño jugar a correr de la cruz al gran cerezo. Y qué cerezo señor mío, inmenso, majestuoso, centenario. Decían las viejas que el día que el cerezo se secase se apagaría la historia del pueblo, y así fue. Aún me tiemblan las zancas, mire usted, cuando las recuerdo a todas vestidas de negro bajo el cerezo, cuchicheando y mirando cómo miraban, con esa mirada cargada de años y aún sigo pensando llena de brujería. Y se preguntará ¿qué fue lo que pasó? Pues sencillo, la gente dejó de venir para vender sus vacas, preferían ir a la capital, unos a la de arriba y los otros a la de abajo. Las montañas se hicieron de golpe más pesadas y se instaló una bruma que aún hoy sigue ahí arriba. Como lo oye amigo, y fue esa bruma la culpable. Primero fueron los animales los que dejaron de comer, perdieron el apetito y poco a poco murieron, morían en los campos, en los corrales, incluso en las calles. No era una muerte dolorosa, aún recuerdo caballero, cómo el perro de mi padre se quedó dormido bajo los faldones y a los tres días descubrimos que estaba muerto. Luego fue el cerezo y aquellos que solían volver, no volvieron. Los hijos se iban en las madrugadas hacia el norte y en los atardeceres hacia el Sur. En ocasiones se llevaban con ellos a alguna de las muchachas, otras veces las muchachas se quedaban bajo el cerezo esperando que volviesen a rescatarlas, pero ya le he dicho: nadie volvía al Cerezo. Si al final decide subir todavía las encontrará, pero seguro que se han convertido en arrugados sacos de huesos con esa mirada que tanto miedo me daba, tan secas como el cerezo que las hace sombra. Estoy hablando demasiado y creo que estoy un poco borracho. Muchacho llena el último vaso. Déjeme que le invite caballero, y no me haga caso, son sólo historias de un viejo solitario. Si mi Bernarda estuviera aquí, con lo bien que hablaba. Tenga buen viaje y dé recuerdo a los muertos de parte del viejo Andrés. Muchacho te he dicho que me llenes el último vaso.

LIBERTAD PARA EL PUEBLO SAHARAUI !!!!

LIBERTAD PARA EL PUEBLO SAHARAUI !!!!

Solo os muestro algunos fragmentos de la carta que un centenar de personajes cercanos al mundo literario a los que admiro (Rosa Montero, Manuel Rivas, Rosa Regás, Riszard Kapuscinski, Anna Tortajada, Javier Reverte, Suso de Toro, José Antonio Labordeta, Clara Janés, Fernando Sánchez Dragó, Limam Boicha...y muchos más) han mandado al presidente del gobierno de Jose Luis Rodriguez Zapatero buscando una accion frente al problema creciente que existe en torno al pueblo saharaui:

Sr. José Luis Rodríguez Zapatero
Presidente del Gobierno Español

Señor Presidente:

El sostenimiento de la paz, el cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas y la búsqueda de soluciones justas le llevó a Vd. a adoptar como primera medida de su Gobierno la retirada de las tropas españolas en Irak. Vd. sabía que esa decisión era reclamada y respaldada por una mayoría del pueblo español. Nos satisface que nuestro país se coloque en primera línea en la batalla por la justicia en el mundo, la única batalla que merece la pena librar....

Tanto Vd. como el Ministro de Asuntos Exteriores conocen o tienen a su disposición el historial del conflicto y de la carga de sangre, dolor y desarraigo durante estos veintinueve años, que pueden resumirse en tres hechos:
1. España, debido a circunstancias políticas que no merece la pena recordar pero que no tienen justificación ética, abandonó ignominiosamente a su suerte al Pueblo Saharaui, con el que estuvo vinculado durante más de cien años.
2. Después de la guerra desigual que el Pueblo Saharaui mantuvo con Mauritania por un lado y con Marruecos por otro, y una vez firmados los acuerdos de paz, numerosas resoluciones de Naciones Unidas han reafirmado el derecho a la Autodeterminación del Pueblo Saharaui, con negociaciones que llevaron a los sucesivos Planes Baker, acuerdos que han sido sistemáticamente incumplidos por Marruecos.
3. Casi treinta años después de los Acuerdos de Madrid, doscientos mil saharauis, de ancianos a niños, malviven en los campamentos de refugiados, reclamando desde el desierto el cumplimiento de estos acuerdos internacionales.

Pero ya se hace tarde y no podemos esperar más. Casi treinta años viviendo en el desierto han dado lugar a una segunda generación de niños saharauis que no conocen más horizonte que la hamada y no tienen otro sueño que regresar a su país. Estos niños estudian en hassanía y en español, y sus poetas escriben y publican en nuestra misma lengua. No podemos esperar ya que azarosas circunstancias de la política internacional permitan poner sobre la mesa un problema tan estremecedor como el de un pueblo que un año más, un verano más, espera sobrevivir al bochorno del desierto....

Es posible que a los saharauis aún les quede lugar para la paciencia, pero nosotros creemos que ya ha llegado la hora. Los firmantes nos dirigimos a Vd. para reclamar que su Gobierno apueste clara e inequívocamente por el cumplimiento del derecho internacional en el caso del Pueblo Saharaui. Como Vd. ha demostrado hace poco, uno no puede situarse en una posición equidistante del agresor y de la víctima. La responsabilidad ética con los saharauis debe colocarse a la misma altura a la que ellos, los saharauis, manifiestan sus vínculos y su confianza en el pueblo español.

LIBERTAD PARA EL PUEBLO SAHARAUI

Cuenta Pendiente

Cuenta Pendiente

El perder a alguien por miedo, perderlo de tal forma que inviernos después del último beso su anhelo siga siendo tan profundo, perderlo así, me acerca al abismo. No puedo reprocharla nada, no fue culpa suya. Cuando acabó la función las luces se encendieron pero de ella no quedaba nada. Se hizo mayor y yo seguía empeñado en jugar a Romeo y Julieta. La ausencia, un reproche y la nada. Fue como esa historia triste que cuenta la canción, como las silabas que se envuelven en los versos que escribía el otro poeta a la luz de una vela. Tan simple a veces y otras tan complicada. Ahora pienso en ti, y el cosquilleo fluye dulce en las sienes provocando cataratas de melancolía en la boca del estomago. Intento recordar y hacer el cuadro perfecto de nuestro primer encuentro, pero no consigo porque ya estabas ahí, primero amiga y luego simplemente tú. Sigues siendo parte de mí, aunque la parte que un día tuve alquilada en tu pecho pertenezca hoy a otro. Si hoy te tuviera, si fuese capaz de coger el teléfono y decirte con mi alma lo que mis dedos escupen descansaría en paz, pero seria injusto y tus ojos volverían a teñirse con las mil aguas de abril. Tengo que dejar de pensar en ti. Debo hacerlo por los dos. Debo comenzar mi farsa, mi mascarada de olvido, convertirme en un personaje que no soy pero que aspiro ser, un personaje que no recuerde el porqué te marchaste fumando por la puerta de atrás.
Comienza la función.